Ver a alocados militares, cargando su arma o disparando al
aire desde sus jeeps, en Bamako y en apenas 24 horas, a una niña de seis años en Mopti, friendo pescado
–encendiendo y apagando la hoguera, mientras cuida de sus dos hermanos menores
y comercializa su género-, evoca sensaciones muy distintas y difícilmente
entrelazables. Pero, en Mali ocurre y allá cada uno, con su interpretación. La
mía sería demoledora.
Mopti
Mopti es
una ciudad agradable, aunque llena de pelmas, que añoran mejores tiempos
turísticos. Hasta los niños, montados en bicicleta, tratan de sacarte de tu
hotel –en el que has negociado la mitad de la tarifa-, para ofrecerte la
terraza de su vivienda familiar, a 2.000 francos. Te aseguran
multiculturalidad, a buen precio.
El paisaje
del río –con su nuevo puerto- resulta entrañable, aunque denota, en sus
diferentes usos, que las piraguas tuvieron épocas, de mayor actividad y
esplendor. Es bella, la puesta de sol y más nítida, de lo que acostumbramos,
últimamente. El casco viejo es armónico –sólo alterado por el caos
motorístico-, el mercado vibrante y ordenado –para estar en África- y la
mezquita impactante, a pesar de haberla ya visto en fotos.
Mopti
De todas formas, en nuestro periplo por Mali y hasta ahora, lo más impresionante no es lo que vemos, sino lo que acontece en general y nos sucede, en particular.
De todas formas, en nuestro periplo por Mali y hasta ahora, lo más impresionante no es lo que vemos, sino lo que acontece en general y nos sucede, en particular.
No nos gusta, que por primera vez
en este viaje, se hayan manifestado en masa los mosquitos, atacándonos y
machacándonos toda la piel expuesta, a sus picos. Debe de ser la única
resistencia, al triunfante golpe de estado, anunciado en televisión, por un
militar de boina verde y de traje de baile dedisfraces de nochevieja, mientras
otro, de menor rango y altura, le sujeta un micrófono rojo, mientras lee el
discurso en los folios, que sujeta en sus manos. Aquí no ha llegado el
teleprompter (pantalla donde leen los presentadores de TV)
Como en
Senegal –donde mañana hay elecciones- están bastante entretenidos con sus
disputas políticas y militares, en las escasas televisiones, como para ocuparse
de poner, constantemente fútbol, como ocurre en Marruecos. A pesar, de que la
mayoría de los lugareños, portan como indumentaria habitual, camisetas de la
liga italiana (y algunas del Barça, tan inéditas y desconocidas, que Sandro Rosell,
pagaría unos cuantos miles de euros, por añadirlas a su colección). Mopti
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