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lunes, 14 de mayo de 2012

Hacia el sur, con la visa de Mauritania en el bolsillo


             Gestionar la visa de Mauritania, resultó más fácil de lo esperado. Cuando haces la de la India, te entra una especie de visadofobia, que cuesta superar. En este caso, no hay problema por dejar algunos campos del formulario sin rellenar, sin que te riñan y si entregas las dos fotocopias del pasaporte, en un mismo folio, cortan la hoja con tijeras, en una pura y práctica solución a lo africano. Su único interés verdadero, es hacerse con los 340 dirhams, que cuesta la pegatina, que tira a cutre.
                                                                                         Agadir
            Hay que llegar temprano a la embajada, porque los horarios de atención al público, son tan irregulares, como misteriosos. En la cola hicimos amistad, con unos franceses mayores –camino de Burkina Faso, en un coche de más de 20 años- y con unas japonesas, algo estresadas, que habíamos conocido en Rabat, el día anterior y que nos propusieron viajar juntos. Opción tentadora, para cruzar la frontera de Mauritania, pero ellas, pretendían ir demasiado deprisa para nuestro ritmo, deseosos de profundizar, en el Sahara Occidental.

            Por lo demás, Rabat y Sale siguen como siempre. Aunque algo más modernas. Ya han instaurado, incluso, el carril-cacharro. Es como nuestro carril bici, pero por él circulan, motos, puestos móviles, bicicletas, personas que tiran de algo…¡Ya es un avance!. Mientras el primer mundo se deprime, África avanza, con mucha dignidad, aunque sea a ritmo lento.
Sidi Ifni
También pudimos descubrir, lo bien que se come en Rabat, cuando no es Ramadán (habían coincidido esas fechas, casualmente, en nuestras tres visitas anteriores, a la ciudad). Mucho pescado rebozado y delicioso, legumbres y verduras a la plancha, además de patatas rebozadas, con extraordinarias salsas y excelentes precios. De Rabat a Agadir, nos trasladamos en un plis-plas. Los autobuses han mejorado tanto, para las largas distancias, que ya han superado a los patrios (sobre todo, a los Alsa).

            Encontramos Agadir, desordenada urbanísticamente, como la vez anterior y llena de jubilados franceses, haciendo sus tablas gimnásticas, a lo largo del paseo marítimo. Un solicitado Marjane, nos permitió reponer nuestras reservas alimenticias y sobre todo, alcohólicas. Pasamos el día al sol, como los lagartos y yo terminé, quemándome las orejas y el brazo.
                                                                                    Sidi Ifni
En vez de tirar para Tarfaya, nos conducimos hacia Sidi Ifni, antiguo, pequeño y agradable protectorado español, donde sus bares, sus ultramarinos, su ambiente y el sempiterno olor a sardinas fritas y muy frescas, nos reconcilió con el mundo y hasta con el Islam. Merece la pena alejarse de la ruta principal, para llegar a esta entrañable localidad, donde nos esperaban para nuestra incontenible alegría, una ducha –de socorredora agua gélida- y un enchufe.

            Por cierto y ante las dudas surgidas en la red y no convenientemente aclaradas: la visa de Mauritania vale desde la fecha, que tú solicitas en el formulario para el ingreso al país –y no la del día que lo rellenas-, hasta 30 días naturales, después.

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