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jueves, 31 de mayo de 2012

Ver y convivir con las tribus, desde la ventanilla del tren


              En Mali, una contrariedad o inconveniente, sea del tipo, e índole que sea, siempre es un “petit problem”: da igual, se trate de dormir, tirados en la carretera, un golpe de estado o que tarde varias horas, en salir el tren.
                 Poblados, en la ruta del tren, Bamako-Kayes
Partimos de Bamako, hacia Kayes, con más de tres horas de retraso, en un tren bastante decente, nuevo, cuidado y limpio, aunque sin agua en los baños. Es una pena, que siempre lo estropeen todo, por su informalidad. Es para irritarse, observar como todos los días sale tarde el convoy, por mucho margen, cuando es la única línea que opera en el país. El transporte es seguro –me refiero, en cuanto a delincuencia- y va lleno. Aunque, el calor resulta asfixiante y no llega a mitigarse nunca, por las frecuentes paradas y porque el aire que entra, es muy caliente y polvoriento.

            En cada estación y a lo largo de toda la noche, las vendedoras te taladran el cerebro con sus voces agudas, siempre anunciando las mismas cosas (plátanos, mangos, dulces…). En el recuerdo, el inolvidable gesto de un niño de escasos años –no sabemos, si por iniciativa propia, o de su madre- ha intentado obsequiarnos con plátanos y patatas fritas, durante la espera en la estación y a cambio de nada. A veces te desquician, a ratos te desarman.

                                              Poblados, en la ruta del tren, Bamako-Kayes
           Una vez ha amanecido, comprobamos que el paisaje es como siempre, pero animado por genuinas y pintorescas aldeas, como cualquiera ha imaginado en África, con sus casitas circulares y sus tejados cónicos, de paja. Es la forma más autentica y sobre todo barata, de ver tribus, en sus habitat natural y no maleadas.

En este sentido, lo que venden y caro –tipo país Dogón- son montajes para turistas, donde tal vez, los niños lleven taparrabos, en vez de jeens –como aquí- o deportivos y camisetas de equipos de fútbol europeo, hagan pociones mágicas, en vez de simples productos cotidianos o donde a la entrada del poblado, en vez de niños correteando y cabras alteradas, haya un hombre disfrazado –cobrando la tasa turística correspondiente-, junto a un caldero humeante, donde cocer a los blanquitos, que servirán de cena.

            La realidad aquí es mucho más vulgar y –a la vez apasionante- apasionante, que la que nos venden los folletos. La vida fluye sin prisa y absolutamente anodina, hasta que cada dos días y a la hora, que le de la gana, llega el tren. Entonces, todo se alborota, todo el mundo espera algo, en forma de noticias, mercancía, o –con suerte- en forma de venta de comida y bebida a los cansados pasajeros. A los más pequeños, tan magno acontecimiento, les saca de su abúlica y monótona infancia.     Poblados, en la ruta del tren, Bamako-Kayes

            Al menos en Mali, han sabido conservar el tren, que sirve de nexo, a muchos núcleos poblacionales, que de otra forma, estarían incomunicados. Porque no nos engañemos: de los pasajes –baratos y sólo en segunda-, que venden a los guiris, no viven. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Eva,

ENVIDIA, ENVIDIA COCHINA ME DAIS!

Mala, malísima!.....como me envias estas cosas! A mi, que tenía preparado mi viaje anual, esta vez al sur de India....y me he tenido que contentar con un paseo en coche por todo el Cantábrico.

Dime, dime como lo hacéis! Supongo que viajar es vuestro trabajo, no? Ahora que ademas de vacas flacas, estoy en paro, despues de tantos años trabajando!Que lástima, tengo tiempo...no tengo dinero.

Un abrazo.

Estefanía

Eva dijo...

Hola, Estefanía

Jo, pues que putada, porque el sur de India está muy bien, aunque es algo más durillo, que el norte

Espero que mejoren las cosas para todos, aunque no tiene mucha pinta. Y sí, es una putada no tener algunos ahorrillos, cuando se dispone de tiempo, poruqe ha bajado mucho el número de viajeros por todas partes y ahora todo sale un poco más barato.

Espero que al final, puedas cumplir ese sueño.

Besos