Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Pánico en la noche

Llegamos a Sofía, procedentes de Bruselas. Son las siete de la tarde y la única oficina de cambio ha cerrado a las cinco. Del canjeo de moneda, se encarga una empresa de transportes, sita en el hall y los de las cintas de las maletas, a una tasa lamentable. Así, que sólo cambiamos cinco euros. Lo que si está abierto, es la oficina de turismo. Pedimos un plano y preguntamos por la potabilidad del agua. “No es potable –responde la chica-, pero no os preocupéis, porque aquí tenemos mucho vodka, güisqui ginebra, de fabricación nacional…”. Elocuente respuesta.
                                                                             
El bus que lleva hasta el centro es rápido y barato. Las únicas tiendas, que permanecen abiertas a estas horas, son las de bebidas alcohólicas y de chucherías. La mayoría, ya no son subterráneas, como hace tres lustros y están muy bien montadas.

Debido a una escasa planificación, a los errores de Google Maps y a un hotel, que no ofrece ninguna señal exterior de ser tal, vivimos la primera y angustiosa pesadilla del viaje.

Nuestro alojamiento reservado, parece hallarse a unos seis kilómetros desde donde nos encontramos. Comenzamos a andar, guiándonos por un incompleto croquis elaborado en casa. Sofía tiene unas carencias de luz artificial notables, para una ciudad de su talla.

Cada vez hay menos gente y a partes iguales, aumentan los riesgos. Por un lado, el de caer de bruces o acabar en el fondo de un agujero. Por otro, el de asalto, ahora que nos encontramos en zonas residenciales, rodeados de arboledas y con los edificios muy al fondo.

Nuestras pulsaciones aumentan, mientras escuchamos los constantes chirridos de los tranvías, que circulan por el centro de la calle. ¿Nos servirá alguno?. No sabemos y para pagar un taxi, no nos alcanza con seis levas que nos quedan. ¡Y mientras, en el bolsillo interior ubicado bajo el pantalón, reposan más de mil euros!

Cada cinco minutos, nos cruzamos con algún viandante, al que preguntamos para que nos oriente. Cada diez, aparece una pizzería o un restaurante, abarrotados de gente, ajena a nuestro singular drama.

Finalmente, damos con la zona y, aunque no fácilmente, hasta con la calle. Buscamos el número 8, pero del seis pasa al diez. Al fondo, en el aparcamiento de un lujoso hotel-restaurante, abordamos a tres vigilantes de seguridad. Uno de ellos habla español y dice no saber nada de nuestro alojamiento. No le aparece ni en el GPS, ni buscando en internet por su móvil.

Sólo encuentra el nombre, pero no el teléfono. Llevamos casi, el fajo completo de papeletas para dormir en la calle, cuando aparece un camarero del establecimiento, mira la foto y cree reconocer esa casa. Nos dirigimos a ella. Son las once de la noche y como no sea, nos van a llamar de todo.

Cuando Iliana abre la puerta, nos dice en perfecto español: “pensábamos que ya no ibais a venir”.Parece, que a la guapísima chica, que ha estudiado en Salamanca, le resulta tan normal, identificar un chalé con patio, con un hotel, sin que aparezca nombre o referencia alguna.

Esta es nuestra tercera visita a Sofía y la verdad es, que hemos hecho bien, porque no nos acordábamos de nada. Los búlgaros son tan amables, que cuando van al volante, se paran para dejarte pasar, aunque no haya paso de cebra.
                                           Todas las fotos de este post, corresponden a Sofía

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Eva,
salud para vosotros, así podre continuar disfrutando de VUESTROS viajes, mientras espero que, algún día no muy lejano, volver a disfrutar de los mios. Gracias por ser unos "supervivientes de la economia". Saludos, Estefania.

Eva dijo...

Gracias a ti, Estefanía, por los ánimos y espero, que pronto se cumplan tus sueños viajeros.

Un abrazo.