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viernes, 27 de enero de 2017

A la espera del muro de Trump, las fronteras terrestres nunca fueron demasiado peligrosas

                                                                         Iglesias del Tigray (Etiopía)
          La verdad es, que cuando empezamos a viajar, hace casi ya tres décadas, una de las cosas, que más miedo nos daba al imaginar nuestros soñados periplos por el mundo, eran las fronteras terrestres entre determinados países -supuestamente, inseguros-, llenas de maleantes profesionales, buscavidas intimidadores, gentes de mal vivir, cambistas sin escrúpulos, policías corruptos de uniforme viejo y holgado, militares prepotentes de mirada asesina, aduaneros extorsionadores...

          Tras todo este tiempo “on the road”, es cierto, que algo de eso hay, aunque en dosis muy justas, afortunadamente. En las fronteras “trabajan” gente de todo tipo y aventuras puedes vivir -faltaría más-, pero estoy en condiciones de asegurar, sin equivocarme, que si te muestras firme, normalmente, te respetan, te sonríen y hasta te admiran. Pareciera ser, que existiera un código no escrito de elegante combate incruento, que premia a quien es más hábil o experimentado.
                                                                                                        Puerto Iguazú (Argentina)
          Igualito, que moverse hoy en día, por nuestro desconcertante, destartalado y agresivo país, donde el más energúmeno, despiadado e inconsciente, siempre tiene razón y encima, saca pecho a cada rato:

          Conductores desquiciados, que casi te atropellan -o te atropellan- en los semáforos intermitentes, para tener que parar, veinte metros después; ciclistas de las aceras -los más mal educados de la galaxia-, que te perdonan la vida -en el doble sentido, de no arrollarte o no agredirte-, mientras circulan contestando mensajes de whatsapp; paseantes nocturnos de minúsculos perros de correa larga de dos metros, que después de que te tropiezas con ella y casi te matas, te perdonan la vida; twitteros acosadores de tres al cuarto, de vida real inexistente y/o amargada; vendedores despiadados de lo invendible o de lo innecesario... Por no hablar del gobierno, de hacienda, de la UE... Todos, todos y todos, resultan bastante peores y más impíos y crueles, que el engranado ecosistema de las fronteras terrestres (¡habrá excepciones, porque no conozco todo el mundo!).
Khota Khota (Malawi)
          Dicho todo eso, analicemos algunas de las cosas, que te pueden pasar en las fronteras terrestres (también, a veces y si no llevan visado, en las aéreas):
Machu Pichu (Perú)
          -Policías corruptos: Pues mirad, que en mi dilatada experiencia viajera, tendría que hacer memoria para encontrar alguno. Yo intuía, que en África, Sudamérica y Centroamérica nos iban a freír a sobornos descarnados y nada de nada. Bueno, salvo en la frontera entre Zimbabwe y Zambia -la de Kariba-, donde la vil encerrona se encuentra asegurada. En realidad, nuestros mayores problemas fronterizos, los tuvimos en los países del este, a finales de los ochenta y principios de los noventa y todavía hoy en día, en la frontera entre Bulgaria y Turquía.
Poipet( Camboya)
          -Funcionarios de fronteras pesados/repelentes/burócratas/inquisidores... Sí, claro, que existen, pero no en mayor proporción, que en la burda vida cotidiana de cualquiera. En Hispanoamérica, por aquello de que te entienden sin esfuerzo, oscilan entre graciosos, estrictos y tocahuevos. En India, Bangladesh o Indonesia, pueden llegar a desesperarte, pero en estos casos no se trata de nada personal y basta con mantener la calma y armarse de paciencia.

          -Aduaneros: Intentos de extorsión leve -tabaco o alcohol, por el morro-, alguno tuvimos, pero son insignificantes y anecdóticos, después de tantos años por el mundo. También, lo de pedir pequeñas cantidades en concepto “de no se sabe”, por ejemplo, en la frontera, entre Guatemala y México. ¡Nada frustrante, pasados diez minutos!.
                                                                                                           Cataratas de Iguazú (Brasil)
          -Militares, que se aprovechan de su condición. Conocemos algunos casos de viajeros, que nos reportaron este problema, con consecuencias leves, pero nosotros nunca padecimos esta humillación, por suerte

          -Buscavidas: Bueno. Eso depende, de lo transitada, que sea la frontera en cuestión, pero haberlos, haylos, sin duda. Si uno da a entender, que sabe de lo que va el tema, la relación es cordial, haciendo pequeñas concesiones. Es el caso de vendedores, tramitadores de papeles, que puedes hacer tu sólo, taxistas, comisionistas de yo que sé... Es más, muchas veces, hasta te resuelven la vida, de verdad. Es el caso de los cambistas, en los numerosos lugares donde no existen oficinas de cambio, que aprecian tus dólares o euros, como si fuera oro.
Yogakarta (Indonesia)
          Aunque, ya me voy perdiendo en mis oxidados recuerdos, quizás, la frontera más tragicómica, que encontramos jamás, fue la de Aranya Prater (Tailandia), con Poipet (Camboya). Extorsión en el precio del visado, pero negociación posterior, porque no teníamos moneda local suficiente. Transportistas canallas y mentirosos, pero con una sonrisa en los labios, mientras hombres sin expresión facial, hacían de bueyes humanos, arrastrando pesados carros de soporte alargado y manejo, casi imposibles. Y sobre todo, el contraste de los lujosos casinos, con la mugre, los barros hediondos, las hogueras de basura, las edificaciones corroídas, las gentes vagabundeando sin rumbo....


          Habrá, que ver, si sale adelante lo del muro, de Trump, para seguir hablando de fronteras. Pero, yo ya he apostado un euro en las casas de apuestas, a que ese señor no dura ni un año, como presidente.

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