Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 5 de marzo de 2017

Un mal día

                                                        Cuatro de Roma (Italia) y una, de El Vaticano (1.990)
          A lo largo de casi treinta años de viajes, ya hace tiempo, que hemos constatado, que un -o unos- mal día, te puede arruinar el destino más apetecido o largamente soñado. Aún, recuerdo el caluroso verano, de 1.990, cuando realizábamos nuestro primer interrail. Habíamos visitado, Francia, Holanda, Alemania y el norte de Italia de manera muy complaciente y relajada y descartamos Roma, para poder acercarnos a la por entonces, costa yugoslava.

          Llegamos hasta la frontera de Trieste y subimos a un destartalado tren abarrotado -muchos catalanes a bordo, por cierto-, donde no cabíamos casi ni de pie y en el que deberíamos pasar más de 20 horas seguidas, camino de la enigmática, Split. Éramos demasiado jóvenes e inexpertos para aguantar aquello, así que nos bajamos del convoy y pusimos rumbo nocturno, hacia la ciudad eterna.


          A decir verdad y a pesar de que el tiempo todo lo edulcora, resultó una visita decepcionante, a más de cuarenta grados, con la capital italiana vacía y con todo cerrado, como así debe ser en agosto. “Si es, que aquí está todo roto y medio abandonado”, nos decíamos, totalmente convencidos. Juramos y perjuramos, que nunca más volveríamos y que en la comparativa con Florencia, no había color, a favor de esta última y renacentista ciudad.

          Desde entonces, a Florencia sólo volvimos dos veces y a Roma, más de quince, siendo en la actualidad, junto a Bangkok y Calcuta, las ciudades del mundo, a las que nunca nos cansamos de retornar -quizás también, podríamos incluir, a Venecia y a Fez, en Marruecos- y que son, por orden aleatorio y dependiendo del momento, nuestra segunda, tercera y cuarta casa en el planeta..

           Joyas europeas, como por ejemplo, París, Praga, Budapest, Cracovia o Dubrovnik, nos parecieron vulgares a partir de la tercera visita. ¡Así de triste, pero tan real!.

          El ejemplo de frustración de repetición de destino, resultó ser Varanasi, en 2.014. Después, de que nos hubiera maravillado, fascinado y emocionado enormemente, tres años antes, nos quedamos como vacíos y autoculpabilizados, durante la segunda visita. Tanto, que mirar a los muertos ardiendo en la tradicional liturgia crematoria, nos pareció tan vulgar, como sentarnos a comer pipas en un parque cualquiera de nuestra localidad.
Una, de Sibenik y dos, de Zadar (Croacia, 1.999)
          Igual -aunque con menos intensidad-, nos ocurrió en la propia India, con lugares, como Madurai, Amber, Margao, Agra o Udaipur. En este último destino es seguro, que influyó mucho, estar casi a jornada completa, durante cuatro días consecutivos, buscando billetes para escapar del país, a punto de vencer nuestro visado de seis meses.

          Pero, en muchos casos, también nos ha ocurrido al revés: ciudades o lugares, que no nos despertaron demasiadas emociones en el primer intento, nos llenaron de pleno en el segundo. Por no salir, de India, cito las muestras de Bombay, Jaipur y Delhi. Y para equilibrar todo este complejo proceso, Puducherry, que nos provocó las mismas emociones una vez, que la otra.

          Es estado de ánimo, el cansancio, las propias relaciones interpersonales del momento, la meteorología, el comer bien o mal, el encontrar un alojamiento adecuado... y otras mil circunstancias más, condicionan a cada rato, como vamos a valorar el destino, que estamos abarcando. Se dice, que segundas partes nunca fueron buenas, pero en el caso de los viajes, esto no siempre se cumple, afortunadamente.

          Otro de nuestros hogares imprescindibles en el mundo, es Santiago de3 Compostela, donde llevamos a cabo nuestro segundo viaje juntos, allá por 1.989. Allí prometimos con entusiasmo, volver en 2.039, cincuenta años después. 


          Razones etílicas y gastronómicas hicieron, que retornáramos decenas de veces, aunque ya hace más de un lustro, que no pisamos por allí, porque se han subido a la parra con los precios y no hay quien los baje del burro. ¡Ellos verán!. Por nuestra parte y si la vida nos brinda la ansiada oportunidad, trataremos de cumplir, gustosamente, la promesa pendiente.
Debajo, nuestra Olympus, de 1.987, adquirida entonces, por unas 130.000 pesetas (unos 800 euros).

1 comentario:

Eva dijo...

Tengo la sensación, viendo las fotos de este post y de otros vintage, publicados en este blog, que fueran más antiguas, que las que conservo de mis abuelos, hachas hace casi un siglo. Y eso, que a finales de los ochenta, contábamos con el último grito en tecnología fotografica, valorada en unos 800 euros de la época y que veis en esta última foto.

Saludos y buen día.