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domingo, 1 de octubre de 2017

Aterrizando en Borneo

                                  Esta y las cuatro de abajo son, de Miri (Borneo, Malasia)
          Dejamos con mucha pena y con una inolvidable tormenta, nuestra querida Terengganu. Hasta nos dio rabia comprobar, al ir a recoger el equipaje, que nuestra antigua habitación ya estaba ocupada: ¡Nada de guardar el luto!

          El viaje a Kuala Lumpur fue relajado, debido sobre todo, a que ya nos habíamos informado de que los buses ya no llegan a la estación de Puduraya -en Chinatown-, como antes, sino a una que está en el culo del mundo -la TBS-, pero muy bien comunicada por transporte público.

        Nuestro reencuentro con la ciudad fue más frío del previsto. El calor insoportable, las numerosas obras en el centro y ser la cuarta vez, que la visitamos, hicieron mella en nuestro ánimo. Este estado, ni siquiera fue suavizado por la visión de las ya obsoletas -arquitectónicamente, hablando- Petronas, que nos recordaron a Japón, por el hecho de haber un supermercado Isetan en su interior, del mismo nombre, que donde comprábamos hace ya más de un mes, en Tokio.

          Tras disfrutar de nuestro particular Little India, mucho más animado y genuino, que el original y cercano a la estación central de ferrocarril, partimos en bus para KLIA 2, una terminal, que no nos gusta nada. No obstante, dormimos apaciblemente, tumbados en el suelo

          Muchas veces hemos volado con Air Asia, pero nunca desde esta terminal, que es más grande y moderna, que la principal. Se trata de un concepto distinto a lo que estamos acostumbrados en Europa. No es otra cosa, que un gigantesco centro comercial de cuatro plantas, donde encuentras de todo lo imaginable -predominando la comida, la bebida y las tiendas de 24 horas- y después de hacer el cheking y entrar a las puertas de embarque, ya no hay nada que te distraiga de coger tu vuelo. Se sube por incómodas pasarelas ascendentes y se baja por otras descendentes, donde siempre hay un empleado o segurata, que te echa una mano con el carrito del equipaje.

          Casi sin enterarnos, llegamos a Miri. Ciudad sosa y tranquila, que alberga la casi inaccesible torre de petroleo, Grand Old Lady; un templo chino interesante -aunque en obras-; un mercado central agradable y otro de fresquísimo pescado, con peces parecidos a pequeños tiburones asesinos. Un apacible y pequeño parque, bien cuidado en el medio del caos urbano y varios muy animados y bien decorados garitos de cerveza, le dan alicientes a esta ciudad, que es la puerta de Brunei, adonde pretendemos llegar mañana, de forma cara, al no haber competencia alguna en el transporte.
                      Esta es de KLIA 2 y la de abajo, de Kuala Lumpur (Malasia)
          En Miri, casi todo cierra a las cinco de la tarde. Para que luego digan, que los chinos -mayoría aquí- son tan abnegados y sufridos trabajadores. Aunque ya hace algún tiempo, que nos estamos cansando de Malasia, ha habido dos factores, que han dulcificado nuestro periplo por estas tierras, de Borneo: el ambiente religioso es mucho más relajado -ni siquiera se nota, que hoy es viernes y el muecin no te despierta de madrugada- y el alcohol corre a raudales (también la cerveza, a precios astronómicos, que los guiris pagan sin importarles si hay un mañana).

          Eso sí y para no desencantar a nadie, especialmente a los jóvenes soñadores: no niego que Borneo sea el paraíso, no, pero hay que currárselo para encontrarlo. ¡Avisados estáis!.Nosotros, seguimos en ello. Empieza la aventura, de Brunei.

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