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viernes, 6 de octubre de 2017

Hyderabad: medieval, decadente y caótica (un buen cóctel)

                                                   Todas las fotos de este post son, de Hyderabad (India)
          Si, Chennai no estuviera eternamente inmersa en las obras del metro, Hyderabad competiría con mucho orgullo por ser la ciudad más desastre, descontrolada y caótica, de India. Nadie puede entender, como este entramado de zonas desestructuradas y semiabandonadas, puede albergar la vida de seis millones de personas.

          Aunque, normalmente, viajamos tan alegres y despreocupados, a la vez, habíamos tomado ciertas precauciones con esta ciudad, que en nuestra mente, estaba llena de edificios impresionantes, caos circulatorio severo y basura con solera, muchas veces comprimida por el paso por encima de los cacharros y reciclada después, por las vacas, los burros y otros bicharracos varios.

          Lo primero, que decidimos, es asirnos a cualquier alojamiento económico, aunque no fuera muy bueno. Y, acertamos, al acoplarnos junto a la estación central de autobuses, porque no existen demasiados de esta categoría en toda la inquietante ciudad.

          Lo siguiente, dejar de andar, como tenemos por costumbre y encomendarnos a los tucktukeros -para ir y volver al centro histórico- y así evitar caminatas peligrosas y más con la intermitente e interminable lluvia.


          Hyderabad resulta una ciudad extraña. Tiene una zona céntrica -para entendernos, porque nadie sabe con exactitud, donde está el centro de esta urbe-, que mezcla historia, decadencia -por su estado actual-, magia y medievalidad, con su crisol de cuervos negros musulmanes y coloridas indias con shari, esparcidas por sus interminables y animados mercados y el acogedor y elegante -a ratos- bazar.

          La mezquita, en la que no te dejan entrar en pantalón corto, aunque seas un hombre -y no proporcionan faldamento, como en otras partes-, el charminar, el palacio, las casas decadentes y otros templos diveros, forman un conjunto, que no debería pasar desapercibido para muchos viajeros (aunque con nosotros, sólo sumamos cinco guiris, en toda la mañana)

          Las molestias, sin embargo, reducen la recomendación de esta ciudad: tener que esquivar a los mendigos o golpear -para que no te atropelle- al cacharro de un tucktukero, no resultan acciones muy agradables. A ellos. hay que añadir, a los insoportables vendedores de perlas, que por diez rupias, te venden unos pendientes -y a su madre, si los aprietas- o por cien unas pulseras. También, a los agresivos cambistas de dinero, poco fiables o a todo el que te ve extranjero tonto y se cree con derecho a machacarte, simplemente, porque se aburre.

          Esta ciudad, bien vendida, podría tener lo suyo, porque además dispone de un fuerte, un lago con un gigantesco Buda y algunos otros atractivos cercanos. Pero aquí la gente, solo sabe vivir el día a día, como tampoco puede ser de otra manera.



        Esta primera jornada convulsa -de las tres, que estuvimos en Hyderabad-, terminó como muchas otras en India, con un accidente de tren en el que hubo más de 40 muertos, al igual que los hubo en Barcelona por un atentado. Pero en las noticias locales no se hacía referencia a lo sucedido en España y en los boletines de las televisiones internacionales, no se hacía ni la más mínima mención al accidente ferroviario.  

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