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jueves, 12 de octubre de 2017

La carretera de Srinagar, a Jammu

                                                   Todas las fotos de este post son, de Jammu (India) 
         Tomamos el último bus barato del día -los hay de mayor precio, aunque ofrecen lo mismo-, para Jammu, que resulta ser aún mas cacharrónico, que los anteriores y que en esta ocasión, aglutina un pasaje más variopinto, con familias al completo, jóvenes seguidores de Bollywood, gente mayor... Existen taxis compartidos para hacer este trayecto, pero cuestan más del doble.

          Pensábamos, que lo peor ya había pasado, pero aún deberemos viajar con el corazón en un puño, durante buena parte del trayecto. El viaje comienza tranquilo y el autobús tarda en dejar las afueras, de Srinagar. Tras más de dos horas dando botes y circulando por una carretera bastante lineal, caemos en un enorme atasco en ambas direcciones y nosotros parecemos los tontos de la “highway, porque se nos cuela todo el mundo.

          Descendemos algo, para volver a subir con cierta virulencia, hasta los 3.500 metros. Retornan los desagradables precipicios, que vemos con menos detalle por ser ya de noche. De repente y al lado de un respetable y descarnado acantilado, toca control militar: no hay que bajar , no piden nada. Por si acaso, guardo la botella de ron en la mochila. Pero no están buscando borrachitos maduros. sino que están ordenando el caótico, trafico que genera un túnel -habéis leído bien-, que solo se puede cruzar, primero en una dirección y luego, en la otra. Seguimos por las alturas hasta la parada de la cena.

        En este lugar, destacan los numerosos puestos de caros frutos secos, nueces sobre todo, acompañados de los otros negocios tradicionales de estas paradas. A estos les rodean pesadísimos vendedores de alfombras y mantas, que no te dan tregua.

          Iniciamos, después , un vertiginoso descenso de más de dos horas, al abrigo de la luna llena y las escasas luces del valle, que nunca parecen acercarse, a pesar de los desniveles salvados en cada giro. De frente, un endiablado tráfico compuesto, fundamentalmente, por camiones, muchos de ellos militares. Solo vislumbro deslumbrantes luces de frente y deseo que el conductor, lo lleve mejor, que yo. Intuyo la siguiente curva -que no veo-, orientándome por los destellos, aunque a veces, me equivoco.

        Es nuestro décimo autobús, desde que salimos de Delhi, para el noroeste y van ya casi setenta horas de padecimientos, que es seguro, nunca nos volveremos a plantear en ninguna parte del mundo y menos. en esta. Para celebrar la llegada del nuevo día -justo a las doce en punto-, el conductor pone la música a tope, con una selección de canciones estilo árabe, más digeribles, que las de otras veces. Nadie se molesta -al menos, de forma expresa- y yo, que duermo en casi cualquier parte, ya he asumido, que hoy no. ¡El traqueteo resulta insoportable!.

          Entramos en otro túnel -luego vendría un tercero- y no salimos hasta cuarto de hora después. En este país hay muy pocos -de hecho, el único y último antes de hoy, fue camino de Shimla, hace más de dos semanas-, pero cuando los hacen, resultan ser a lo grande.

          Como viajan como los monos, el pasajero de atrás, extiende sus dos brazos sobre mi cabeza, provocándome un susto de muerte, ahora que ya se habían terminado las infinitas curvas y cuestas y que estaba empezando a coger el sueño.

        Llegamos con media hora de antelación, a India, digo a Jammu. Calor húmedo, hedores diversos, montoneras de basura, escombros, caos circulatorio... Adiós a un sueño de quince días, en los que conseguimos no tener ni un solo grano de bicho en el cuerpo. Y, tras doce horas en esta ciudad, ya vuelvo a padecer picores diversos. Una tortilla francesa con pan de molde, se conviertte el desayuno-recompensa, tras tanto esfuerzo y padecimiento.
          ¡No más autobuses estatales y menos, nocturnos! Aunque. ¿Qué os jugáis, a que me tengo que comer estas palabras?.

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