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jueves, 5 de octubre de 2017

Nunca pensamos, que volveríamos, a Bangalore

                                                  Todas las fotos de este post son, de Bangalore (India)
          Nada es fácil, para nosotros, aunque poco nuevo haya, que no conozcamos, en India. Para empezar, aunque fuera casi de madrugada y al dejarnos en una estación desconocida y rara -lúgubres carriles oscuros y aparcamiento de varias plantas encima, sin saber donde están las ventanillas-, encontramos un almacén-supermercado con tarifas muy similares, a los de las tiendas pequeñas, pero con una sección de bebidas alcohólicas y cervezas, a precio de ganga, después de no haber visto una sola tienda de bebidas espirituosas en las distintas y agresivas zonas de la conservadora, Chennai.


          Volver a Bangalore, después de seis años -pensamos, como tantas otras veces, que nunca lo haríamos-, no nos trajo demasiadas novedades.

          Por el lado bueno, han inaugurado el metro, único lugar -que sepamos- con aire acondicionado en la ciudad y también, han puesto algunos semáforos y guardias indefensos, que equilibran un poco el tráfico y que por supuesto, los tuck tucks no respetan, pero el resto de los conductores, sí..


          Para lo regular, casi todo lo demás: obras y obras, que un día son en un sitio y al otro mes son en otro; vacas que se rebozan en sus propias plastas, mientras comen basura a la puerta de sagrados templos; adultos, que hacen todas sus necesidades fisiológicas en la calle, a la vista de todo el mundo y sin inmutarse; gente pesada, que solo quiere molestarte... Así es la India del sur, algo más estresante, que la del norte.

          Aparte de los decadentes y cada vez más caros alojamientos, no hay grandes novedades en nuestro reencuentro con el país, tres años después, porque el país avanza, aunque a velocidad muy lenta y cimentando bien sus logros, antes de intentar el siguiente paso.


          El plan, que barruntamos para mañana, de ir a Belur y Halebid, vía Hassan, es algo arriesgado -diría, que mucho, por diferentes factores-, pero creo, que vamos a intentarlo. A no ser, que una buena noche de almohada y colchón, nos vuelva perezosos.

          En este alojamiento ya estuvimos, cuando hasta funcionaban los enchufes, no se caían las paredes y nuestro móvil tenía poco de inteligente. Mi pareja, lo primero que hizo esta mañana, nada más llegar, fue cerrar la ventana, por donde la última vez entró una rata, tamaño conejo, a la habitación, desde el patio de luces.

          Los recuerdos de viajes anteriores te acompañan y a veces empañan las nuevas experiencias, cuando llegas a sitios ya conocidos: ¿un inconveniente de viajar mucho? O simplemente, ¿algo más, que añadir a nuestras intensas y azarosas vidas?. Mejor, que ea una parte de ambas.

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