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viernes, 6 de octubre de 2017

sobre multas y normas de convivencia, en India

                                            Todas las fotos de este post son, de Hyderabad
          Después de 157 días, en India -en cuatro periodos distintos- y los que nos pueden quedar en este viaje, ya casi nada nos sorprende. Y, a veces, ya son más las cosas, que nos molestan o agobian, que el disfrute, algo impensable, al principio. Pero, todavía, encontramos cosas, que al menos sí nos llaman la atención. Por ejemplo, el régimen de sanciones por el incumplimiento de normas. Veamos.


        El gravísimo e intolerable delito de beber alcohol en público, está castigado con una multa de cinco mil rupias (la friolera de 67€, con los que nosotros vivimos aquí, cinco días). Parar el viaje, sin un motivo, tirando del freno de mano de un tren de más de treinta vagones, supone un recorte de mil rupias a tu monedero. Mientras, que hacer un giro inadecuado en una rotonda o cruce, que puede causar varios muertos, dado que la mayoría son motos y cacharros endebles, está penado con cien rupias.

          Por supuesto, viajar cuatro en una moto -incluidos bebés y mujeres sentadas de lado-, no tiene sanción ninguna. Más bien creo, que será alabado por los gobernantes, como método de compartir transporte. cuidando del medio ambiente y reducción de lacontaminación (que aprenda ya Carmena y se deje de vehículos pares e impares). También es un ejemplo, para los más jóvenes, que en casi todas las películas de Bollywood, los protagonistas usen esta tradicional forma de transportarse.

        Mear por la calle -sobre todo en el sur- resulta deporte nacional, que tampoco cuenta con multa o pena alguna. Como mucho y como vimos en Chennai, si te pones chulo, un viejo policía -o algo así, porque la mitad de la profesiones, en India, viste uniforme marrón cagalera-, que no tiene mi media hostia, te amenaza con un palo.

          Al menos, se han endurecido algo, las medidas para los salvajes -casi todos en este país-, que tratan de colarse, maltratando a quien se ponga por delante, en los vagones sin reserva, de segunda clase de los trenes. Ahora, los colocan en fila y al que la lía, le sueltan un guantazo y lo graban en vídeo ( no sabemos, si para demostrar a los que se cuelan, que los han pillado, o para ponerlo de ejemplo de lo que no se debe hacer en las escuelas, que ya me extrañaría). Por supuesto, tirar todos los restos de comida o envoltorios desde la ventanilla del tren, es el mejor método de alimentación para la naturaleza, que devolverá el favor con todos sus recursos duplicados.

          Y, devolver las vacas al centro turístico de Delhi, de donde las sacaron hace varios años, es un gesto de delicada nostalgia vintage. Mantener a los monos y a los perros en idénticas circunstancias, no es otra cosa, que la integración de la vida natural con la social, hecho que las sociedades occidentales no saben compaginar. Cuando pisas una enorme plasta de vaca, que ocupa con suerte, playero y medio, no haces otra cosa, que abonar la tierra y fomentar el ciclo de la vida.

          También, aprenden a ser buenos patriotas y ponen -casi todos-, como foto de perfil de whatsapp, la bandera de la India (que raro, que no sea una reproducción de su moto). Y, hablando de vehículos, es la nación donde más partes amistosos se firman, seguro. Se pegan un leñazo, se les jode parcialmente el cacharro y se van tan contentos o como hoy, con la motocicleta cargada, por la policía, en un tuck tuck, a modo de grúa urbana.

          Igualmente, les adoctrinan para situaciones extremas: por un lado, andar por el centro de Delhi, entre el tráfico, las vacas, los pitidos, la gente, las obras, los fangos... Y, por otro, a sentirse en el paraíso, por solo 15 rupias, en el interior del impoluto y moderno metro de la capital.

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