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domingo, 1 de octubre de 2017

Últimas horas, en Kuala Terengganu

                                                       Todas las fotos de este post sson, de Kuala Terengganu
           En los viajes largos y a pesar de la experiencia, resulta muy difícil -aunque se preste atención-, dominar el control del tiempo, como ocurre en los más cortos. A veces, parece que llevas una semana en un lugar y solo han pasado cuarenta y ocho horas desde que llegaste, aunque lo estés pasando bien y la espera para el siguiente destino no te consuma la paciencia. En general, los primeros días de un viaje de duración dilatada suelen ser lentos, aunque no ha sido el caso de este periplo, dado que comenzó de forma trepidante, por Japón, destino del que ya casi ni nos acordamos, a estas alturas.

        Lo normal es, que a partir de las dos semanas, los días vayan cayendo inexorablemente sin darte cuenta. Llega un momento, que si no lo piensas, no sabes si partiste hace un mes o tres. Existen, sin embargo varias referencias, que sin lugar a dudas ayudan a cerciorarse del paso inexorable del tiempo: “coño, otra vez me tengo que afeitar, cortar las uñas, el pelo... ¡Si parece, que fue ayer, la última vez, que lo hice”.

          Hoy concluimos nuestro día 36 de viaje. Mañana, nos marcharemos a Kuala Lumpur en un bus nocturno y en la madrugada siguiente tomaremos un vuelo a Miri, para visitar el Borneo malasio y Brunei.

          Apuramos las últimas horas y nuestro aire acondicionado, en Kuala Terengganu , contentos de haber dedicado cuatro jornadas a la visita de esta ciudad y su entorno. Lástima, por torpeza nuestra, claro, aunque es más achacable a la nefasta información local, que no hayamos podido visitar la cercana isla de Pulau Duyung Besar. La de turismo, que si los ferries salen para este lugar desde el mercado; el de los ferries, que lo han quitado y solo circulan autobuses y el de los buses, que no existe tal servicio y debemos tomar el ferry. Y en este estúpido bucle, llevamos inmersos más de cien horas. ¡No estamos acostumbrados a estos contratiempos!. Y para al final, ninguno tener razón.

          Pero para comppensar, los últimos días los hemos aprovechado bien. Visitamos la maravillosa mezquita de Cristal, que aunque de reciente construcción, resulta espectacular. Se haya junto a un parque lleno de miniaturas de otras mezquitas del mundo -incluida la Alhambra de Granada-, que es de caro pago. Eso sí, el adoctrinamiento es gratis y sobre todo -con folletos en perfecto español- tratan de convencer a los extranjeros, de que tienen muy mala suerte por no vivir en la fe del islam (y más, ls mujeres).

          En otra dirección y usando el otro bus de servicio circular, se encuentra la blanquecina mezquita Terapung, más discreta, pero con el encanto que le da estar en un tranquilo y arbolado lago. La no muy lejana playa urbana es mucho más bonita de lo que podríamos esperar, con sus aguas verdes, a pesar de que hoy está muy nublado.

          De vuelta al hotel, hemos encontrado alcohol, a cinco ringgtis, que es la tercera parte de lo que venimos pagando. ¿veneno chino?. Probablemente. Por cierto, ya hemos averiguado el nombre de la fiesta de Chinatown, que tan entretenidos nos ha tenido los últimos tres días: Pesta Kebudayaan. Más fácil que preguntar -como hicimos ayer-, ha sido leer los carteles de las calles de este barrio declarado patrimonio mundial por la UNESCO.


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