Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

sábado, 23 de septiembre de 2017

¡¡Tokyeando!!

                                                                     Todas las fotos de este post son, de Tokyo 
         Los alojamientos en Tokyo y en el resto de Japón, parece, que cotizaran en bolsa, con diferencia en su precio de hasta un 300%, dependiendo del día y de la hora, siendo los sábados el día más difícil para encontrar uno.

          Si eres de aquellos, que cogen la línea Yamamoto o el metro para ir a todas partes, te pude servir un único alojamiento para toda tu estancia en la ciudad. Sin embargo, si te gusta caminar, tal vez prefieras reservar varios hoteles en diferentes zonas de la ciudad. Nosotros lo hemos hecho así: resulta ventajoso, pero requiere esfuerzo, capacidad de adaptación y sufrir un poco de estrés

          Desde mi punto de vista y a toda leche, Tokyo se puede visitar en tres días, aunque recomiendo un mínimo de cinco. En nuestro caso, tomamos el metro muy pocas veces y siempre sin trasbordo (nuestra favorita, la Mita line)

          El día primero, recién aterrizados, sin jet lag alguno y sin soltar nuestros pequeños bultos -el hotel estaba a las afueras-, visitamos la desangelada zona de la estación central y el cercano distrito, de Guinza.

          La trepidante y calurosa jornada siguiente, nos aventuramos con mucho ahínco y sol demoledor, para descubrir la zona de Ueno y los maravillosos templos del lago, terminando en la cosmopolita e inigualable, Asakusa, donde se hallan los milenarios templos de Sensoji. ¡Terminamos con la boca abierta!.


        Al tercer día, no resucitamos, porque el calor húmedo, era insoportable y habíamos dormido en un hostel infecto, pero pudimos descubrir las fantásticas zonas de Sinjuku y Sibuya, con el famoso y curioso cruce de decenas de pasos de cebra, que se dice, es el mas transitado y alocado del mundo entero.

          Como nos tocó dormir por ahí -o sea, en la calle, por ser sábado-, en una noche de picos pardos, durante la cuarta etapa consolidamos posiciones y nos cascamos una buena siesta, retornados al alojamiento del primer día.

          El lunes, disfrutamos del magnífico y popular mercado de pescado y del otro más general -conocidos, como Tsukiji-, situado en los alrededores, probando generosas degustaciones de todo tipo, fundamentalmente de kinchi, algas, caldos y peces crudos macerados en ricas salsas. No asistimos a la -supuestamente y según nuestras fuentes- subasta del atún, que se celebra de madrugada.

          Aún tuvimos tiempo, para acercarnos a un esplendoroso templo antiguo y a la reproducción de la torre Eiffel, ubicada en la zona de Shiodome.


          ¿Nos ha gustado Tokyo?. Rotundamente, sí, aunque algo menos, que Seúl. Ha cumplido nuestras expectativas, pero con mucho cansancio y sin enamorarnos de la ciudad, sin encontrarle el alma y el aliento. Tendréis, que seguir leyendo, para daros cuenta, de que la urbe, que nos pone en Japón y de largo, es Kyoto

Cosas, que aprendí en Tokyo, durante la primera tarde (parte III, de III)

                                                         Todas las fotos de este post son, de Tokyo 
         No logramos entender -ni en la primera tarde, ni en todas las siguientes-, dos cosas bien evidentes, que parecen muy típicas e inevitables en el tercer mundo, pero, que chocan en el supuesto primer mundo.

          1ª.- Montoneras de bolsas de basura en los árboles, como en la España de los setenta, sin posibilidad de depositarlas en contenedores apropiados

          2ª.- Enormes monoraíles -que dan soporte a todo tipo de transporte-, elevados entre las principales arterias de la ciudad, provocando ruido y escasa visibilidad. ¡Que los haya en Bangkok, Delhi o Manila, es comprensible, pero en Tokio!

          El tiempo que se pasa en los semáforos es eterno -hasta tres minutos en una callejuela del tres al cuarto-, pero como el denso tráfico, parece que no funciona mal, los damos por bien empleados (ya nos acostumbramos a esto, hace un par de años, en Seúl).

          No nos engañemos, ni asumamos falsas esperanzas: conquistar un corazón japonés, resulta altamente costoso. Son fríos, como témpanos. Un ejemplo: tres chicas, que no se veían hacía tiempo, se emocionaron al reencontrarse, hicieron miles de reverencias con muchas sonrisas en los labios, pero nada de contacto físico

          Algo que nos encanta de Japón y que resulta novedoso en nuestros días es, que existen mapas de los interiores de las estaciones de ferrocarril, para que te puedas manejar en ellas. Son muy útiles, pero míralos parado, porque sino, la marabunta te arrastrará sin piedad.

          Un legendario mito tumbado, casi nada más llegar a Tokyo: nuestro primer tren en el país y era de cercanías, nos recogió con quince minutos de retraso

          Hablemos de los pachinkos, que son unos lugares insoportables, donde hay mucho ruido, muchos jóvenes mecanizados y con escaso cerebro, jugando a cosas, aunque no logramos entender, en ningún caso, ni la mecánica de los juegos, ni el objetivo a conseguir.

          Japón es el país de los pasos de cebra: en vertical, en horizontal o en oblicuo, da igual y todos entremezclados. Así, se solucionan los cruces, todos a lo bestia y sin rotondas (resulta especialmente mítico y sobrecogedor, el de Sibuya)

          Acabamos acostumbrándonos a la maldita manía de poner los precios de los supermercados sin IVA y luego, al pasar por caja, cobrártelo, con el suculento incremento. A mi, ¿que me importan los impuestos de Japón, si encima, no me los devuelven?

          En este ámbito, resultan curiosas las cajas, que te cobran solas -digamos, automáticamente- y que te entregan las monedas muy calientes. Cuando existe persona física, las charlas, que te dan las cajeras son contundentes, aunque saben, que no las entiendes (todo muy mecánico). Los supermercados -más bien, tiendas chinas gigantes y de varias plantas- Don Quijote -abren las 24 horas-, se muestran tan llamativos, útiles e inútiles, que no voy a dar más datos, para que los descubráis, personalmente.

          En los hoteles -no sé, en los de cuatro o cinco estrellas-, hay que descalzarse, sí o sí y no cabe ninguna negociación sobre el asunto.
Las bebidas alcohólicas de sabores, a precios imbatibles -unos sesenta céntimos la lata-, resultaron para nosotros uno de los grandes atractivos del país. Son cubatas de sabores, con unos 9 grados de graduación, que se adquieren bien fríos en supermercados, farmacias, tiendas de productos de limpieza e higiene.... Recomiendo, especialmente, el de mezcla de naranja y limón, aunque casi todos están buenos


          ¿Geishas, en Japón y por la calle?. Pues sí,que las hay y más, que en Tokyo, en Kyoto, sobre todo en la zona de Gion (la suya propia, que resulta deliciosa para pasear). Aunque, no llegamos a descubrir, si son verdaderas, maikos -aprendices de ese arte- o simples chicas con un disfraz, disfrutando del día.

Cosas, que aprendí de Tokio, durante la primera tarde (parte II, de III)

                                                                    Todas las fotos de este post son, de Tokyo

        Los esforzados nipones son expertos en le manejo del equilibrio en el transporte público a pesar de los frenazos y de las curvas. De hecho, en el metro, no hay casi sitio donde agarrarse. Mientras el vehículo circula a toda marcha, ellos juegan, de pie, a los Pokemon o hacen sudokus digitales. Mientras, otros duermen sentados, relajadamente, sin torcer la cabeza, en ningún momento o agachar la barbilla y ¡no se pasan de estación!.

          Apenas se ven bebes o niños de corta edad por las calles, en parques públicos o zonas de esparcimiento.

          Son frecuentes, los centros comerciales subterráneos eternos y no muy bien señalizados. Entre unas cosas y otras, no terminas de calcular, si pasas más tiempo bajo tierra que en la superficie. Aunque, esa impresión mejora con los días

          Las japonesas y los japoneses, nos parecieron menos feas y feos, que cuando los vemos en España u otras partes del mundo. ¡Deben mandar al extranjero a los menos favorecidos! Eso ya nos pasó hace más de veinticinco años, cuando fuimos a Alemania y descubrimos que no todos eran rubios.

          Abundan las chicas, ellos no tanto, con mascarilla en la cara por todas partes. ¡Hasta las cajeras de los supermercados!.

          Lo que comes -y esto es de lo más fascinante de todos estos esbozos-, sabe a lo que esperas y no, como en España, donde muchas cosas tienen un aspecto estupendo, pero no saben a nada. Muy parecido a lo que ocurre en Corea del Sur.

          Nos ha dado la sensación, de que pronuncian como escriben, porque siempre entendieron, donde queríamos dirigirnos, sin pestañear (igualito, que en India o en los países árabes).

          Los peatones son muy acelerados. Cuando vienen de frente, parece que te van a arrollar, pero en el último momento, se abren y cambian de trayectoria. Menos, claro está, en el famoso cruce de Sibuya

          Pocas cosas son caras en Japón, si exceptuamos los productos del supermercado. El transporte sale igual o más barato que en España y resulta más eficiente. Hoteles hay para todos los gustos, pero lo que si resulta prohibitivo son los bares y restaurantes.


        No es anormal, encontrarse centros comerciales excéntricos, que venden cosas -aparentemente irrelevantes o, al menos, no urgentes y que abren las 24 horas-, y seguro que les funciona, como negocio.

          Lo mismo te topas con tres supermercados en media hora, que con ninguno en un día entero. No hay normas, para un recién llegado acostumbrado a que en España haya dos o tres en cada barrio.

          Minimalismo: todo es pequeño en Japón. Los platos, las casas, las habitaciones de hotel, las toallas del baño (hemos tenido, que secarnos con una, de un tamaño inferior a una servilleta).

          En una tarde, no es fácil encontrar degustaciones gratis y deliciosas, pero con un poco más de tiempo y paciencia, das con los sitios donde probar las exquisiteces propias del país.

          Los frikis del manga, del anime, de los pachinkos, de las máquinas recoge-todo con el gancho -sean peluches, kinchi o hamburguesas- son pocos y no tan sobrevalorados como en occidente

          El rock japonés es muy bueno. Lo pudimos constatar, en directo, en el mismo hostel, donde nos trataron de engañar

          Nunca te cogen, ni te dan el dinero en la mano. Siempre tienes una bandejita para ese trámite.

          No hay gatos. No hay cibers -o están muy escondidos-, pero sí salas de relax para ambos sexos, aunque nunca revueltos.


          No encontramos borrachos durmiendo sus excesos, tirados por la calle. ¡Ni siquiera, nosotros!.  

Cosas, que aprendí de Tokyo, durante la primera tarde (parte I, de III)

                                 Sobre estas líneas, un retrete de Tokyo y debajo, fotos de la misma ciudad
          Normalmente, aprendo rápido, porque me encanta observar y además, nuestro aún no tan lejano viaje a Corea, me sirvió de nexo transmisor y de recuerdo, en nuestra primera tarde en la capital nipona. El orden de lo contado a continuación es, según lo fuimos viendo y no, por criterios de mayor o menor importancia.

          Empezamos descubriendo, en el propio aeropuerto, lo confortables que son los baños de este país, con tazas que se calientan, que emiten música o sonidos de agua corriente para evitar los ruidos o que evacuan automáticamente en cuanto te levantas, entre otras muchas opciones. Y, como añadido a tener en cuenta, en el centro existen numerosos baños gratuitos y todos se hallan inmaculados

          El acoso a los fumadores es tremendo y aceptado por los lugareños. En muchísimas calles está prohibido fumar y marginan a quien lo hace -de forma legal y establecida-, a callejones semivacíos y algo truculentos -para ser Japón-, donde además, han instalado maquinas de bebidas y tentempiés para acompañar al tabaco.

          No resulta nada extraño, después de unas pocas horas de estancia, toparse, constantemente, con operarios o voluntarios controlándolo todo, bien sea para que no te atropellen en un paso de cebra difícil, que no te caigas en una zanja - todos ellos vestidos como si fueran un árbol de navidad, en este caso-, ordenando la cola de un autobús o abriéndote los ascensores de cualquier edificio o centro comercial.

          Tokio se presenta esplendorosa, como una ciudad sin un solo papel en el suelo, con el mérito, como en Corea, de que no existen casi papeleras. Me toco llevar en la mano por más de treinta minutos de paseo, un folleto publicitario. Así, que os recomiendo, no cogerlos. ¡Y más de dos horas, una lata de alubias traída desde España y que nos sirvió de tentempié antes de empezar, a organizarnos!.

          Todo el panorama de un largo paseo está rodeado de edificios y, de repente, aparece un parque de atracciones, un templo milenario o un jardín espectacular. ¡Es la la leche!.

          Nos extrañó, que en un país tan avanzado, den bolsas para todo, aunque en los supermercados y en tu cesta, puedes incluir una tarjeta prefabricada -que está disponible en las cajas de salida- para indicar, que no la quieres. En estos establecimientos no existen paneles para detectar los artículos robados o portados por despiste y tampoco hay rastro de torniquetes en el metro. ¡Se fían de las personas!.

          Si quieres sacar dinero con una tarjeta extranjera, vete a una tienda de conveniencia -abierta las 24 horas-, como el Seven Eleven y no a un banco o cajero convencional. La tasa de cambio en los muy escasos garitos especializados resulta nefasta.

          La mayoría de las personas te da ayuda sin pedírsela, en el momento que detectan, que tienes alguna dificultad. Cuando se la solicitas, directamente, se vuelcan. Son muy educados, tranquilos -aunque los hemos visto alterarse- y respetuosos con las normas sociales, tradicionales o cívicas. Pero no bajéis la guardia, porque también pulula algún sinvergüenza, como el que nos intentó estafar dos mil yenes en un hostel, de Asakusa.

          Pero, como perfectos no pueden ser, apadrinan un enorme fallo: Tokio es una ciudad intransitable para los peatones, debido a las bicicletas -sí, otra vez, los ciclistas-, que campan a sus anchas por las aceras, cometiendo todo tipo de imprudencias, que son consentidas y fomentadas por las autoridades, supongo, que alegando la falta de espacio para construir carriles-bici


          Para terminar esta primera entrega, decir, que a los tokiotas -si así se los puede llamar-, no les gustan demasiado los perros, como mascotas.  

jueves, 21 de septiembre de 2017

Orientarse en Tokyo

                                                    Todas las fotos de este post son, de Tokyo (Japón)
          Quien se halle en casa, en las horas previas a su viaje, contemplando un plano de Tokyo, que amablemente, le ha enviado la oficina de turismo japonesa, pude acabar aterrado y con un buen ataque de ansiedad. Casi ninguna calle tiene nombre y el mapa del metro, el de la la Japan Railways y el de las distintas lineas privadas de transporte ferroviario, se muestran como el sudoku mas irresoluble del universo entero. Para colmo, uno siempre ha oído, que los japoneses, ni papa de inglés; muy amables, sí, pero poco eficientes y otro tipo de tonterías varias de quienes viajan queriendo ver lo que ven y no la realidad.

          No es, que yo esté proponiendo la desidia en la organización de viajes, pero cierto es,, sin embargo, que quien accede a los aeropuertos de la capital nipona, sin haberse preocupado de nada, acaba teniendo una vida más idílica. Te entregas en los brazos de la oficina de turismo y recibes folletos y carteles, donde se indica, que existe wi-fi gratis en todas las calles. Aunque no es una mentira rotunda, se deben tener en cuenta varios matices. Especialmente uno: en la mayoría de esas ofertas tan tentadoras, hay que registrarse en webs, disponibles solo en japonés o bajarte una compliacada app, lo que, evidentemente, no resulta posible, salvo que ya tengas otra conexión instalada.

          Todas la oficinas de turismo de Tokyo –y no son pocas- ofrecen ordenadores con conexión a internet gratuita, aunque en la mayoría de ellas, intentes lo que intentes, te derivan al google japonés -se admiten consejos de informáticos expertos- y son más lentas que las de cualquier hotel de cuatro euros de India o del sureste de África (en tres de ellas, nos fue imposible llevar a cabo una reserva con Booking).

           Pero, como siempre suele ocurrir en la vida, ni la cosa es para hacerse el harakiri, ni tampoco para bailarse unas rumbas. Para empezar, muchas de las calles de Tokyo, sí tienen nombre, aunque pueda costar encontrarlo. Cierto es, además, que el mapa general es complejo, pero se ofrecen otros por zonas, muy clarificadores y prácticos. Existen también, enormes planos en soporte mobiliario urbano en las áreas más turísticas del centro, cada quinientos o mil metros, indicándote, donde estás, de donde vienes y adonde puedes llegar (también colocan uno, en cada acceso al metro).

          Para distancias más largas, dentro de la amplia zona metropolitana, puedes tirar de los indicadores de la carretera, que resultan frecuentes o preguntar, como se hacía antiguamente -aunque a los más jóvenes, les parezca una osadía de lo más obsoleta- y suele ser una solución más fácil, que usar el GPS propio, sin conexión, por tres razones:
    -Ellos lo saben usar mejor y más rápido que tú. Comprobado, una y mil veces.

    -La mayoría habla el suficiente inglés -pese, a lo que muchas veces se ha dicho-, para que entiendas la respuesta, sino vas de chulo y prepotente por la vida

    -En muchos casos y si el lugar no es muy distante, te acompañaran a él, personalmente y sin compromiso
          Cuando tengas, que pedir información a alguien, no seas ambicioso. Es mejor poco a poco. Solicita datos sobre la siguiente estación de metro, edificio famoso, monumento o barrio. ¡Te sorprenderás de los resultados!.

          Utilizando todos estos sistemas, fuimos capaces de volver caminando, desde nuestro hotel, en las afueras -15 kilómetros- al centro, sin demasiado nerviosismo y recorrer los lugares más emblemáticos de Tokyo, andando, durante casi una semana.

          Solo tomamos el metro en dos ocasiones, porque nuestros pies no podían más. Sin hacer transbordo, el sistema resulta muy sencillo. Con él, ni idea, aunque parece más difícil e intimidante. Ya nos contaréis, si lo habéis hecho de esa forma.

Camino del Sol Naciente, con escala en Moscú

                                                              Esta y la de abajo son, de Tokio (Japón)
          Aeroflot, Aeroflot o Aeroflot. Como si fueran lentejas, que sino las quieres, las dejas, fue la única opción, que nos aparecía como accesible, desde hace meses, para volar a Bangkok, Delhi o Tokio, que finalmente ha sido nuestro primer destino.

          No suelo dedicar post a compañías aéreas, en concreto, pero dado que se ha tratado de un viaje tan lejano, quisiera daros algunas pistas, para que lo podáis valorar. Según mis investigaciones previas, a casi todos los destinos asiáticos, las escalas son o muy ajustadas -una hora- o larguísimas -14, como en nuestro caso-. Como siempre nos han dado tanto respeto los rusos -su fama les precede-, optamos por el lado conservador, dadas además, las no muy buenas críticas de las que siempre ha gozado la compañía.

          Partiendo desde la T1, de Barajas, debíamos llegar a la terminal D, de Moscú, pero sabíamos de antemano, que para enlazar con el siguiente vuelo se debe pasar un control de policía- estricto, aunque rápido, al menos, en la madrugada- y otro de equipajes, menos meticuloso. Si la cosa va bien, te puedes poner en el siguiente avión en 30 minutos (al menos, en su cola de embarque).

          Si se parte o se llega de la terminal señalada o de otras, como la E o la F, la buena noticia es, que están conectadas, peatonalmente por el interior, por lo que todo resulta muy sencillo. Para nuestra sorpresa, Sheremetyevo es muy paseable, a pesar de los enormes y cilíndricos cacharros del aire acondicionado, de estilo soviético.

          Todo es muy caro en este lugar, pero el ambiente resulta relajado, que no es poco pedir. Debes pagar tus compras en euros y raramente, te admiten dolares o moneda local. Aunque tu escala sea extremadamente dilatada, Aeroflot no te invita ni a un vaso de agua -en Rusia la del grifo no es potable, pero en el aeropuerto, existen bastantes fuentes de fresca agua mineral-, ni a una maldita bolsa de pipas, así, que llevaros unos tentempiés de casa. Se pueden encontrar algunas sillas de tres, donde tumbarse y nadie os levantará, aunque sean las dos de la tarde.
                                                 Esta y la de abajo son, del aeropuerto de Sheremetyevo, en Moscú (Rusia)
          Y, ¿sobre la compañía?. Pues en la línea -aunque, a la baja- de las de bandera europeas y muy lejos de las del Golfo o la de Turquía, las cuales, por otra parte, últimamente se han subido a la parra, en lo que al precio se refiere y por eso nos ha tocado entendernos con los rusos.

          Peculiaridades varias, que pueden resultar molestas, en periplos tan dilatadas: no sirven cerveza -al menos, en nuestros dos vuelos- y el vino te lo dan de una botella común y en vaso minúsculo, resultando ser peor que el de tetrabrik de supermercado y todo lo que debería estar frío y más, en pleno verano -zumos, coca cola, naranjada...- te lo entregan caliente.

          Tarda tanto en llegar la comida, que ya te has terminado la minúscula bebida y no se puede repetir, no habiendo en las bandejas envases de agua (tampoco la reparten entre comidas, aunque supongo, que si la suplicas, te la darán). De alcohol gratuito, aunque su fama etílica les preceda, nada de nada

          La comida, algo mediocre y escasa. Yo, que soy de quejarme poco y de atiborrarme en los aviones y de no dejar nunca nada, tuve que desistir por resultar incomestibles, los pankakes de vainilla del desayuno del vuelo largo, a Tokyo. Apestosos e intratables, acabaron sobre nuestros pantalones y camisetas, en vez de en el estómago.

          En el vuelo Madrid-Moscú, no hubo pantallas de entretenimiento. En el largo sí, pero sin películas en español y sin internet, para poder desplumarte vivo con el inasequible wi-fi de pago
                                                                                                        Avión de Aeroflot

          ¿Volveríamos a repetir? Sí, teniendo en cuenta, que con Turkish, -la siguiente mejor oferta en los buscadores- eran 120 euros a mayores, por billete. Y, también, porque en este caso concreto, el recorrido se antoja bastante recto: tres horas menos -sin tener en cuenta el tiempo entre escalas -que por otra parte, fue similar-, que las que invertimos en arribar, a Seúl, hace año y medio, estando Tokyo mas lejos).

miércoles, 14 de junio de 2017

El lunes, a Tokio

                            Plano de zonas de Tokio (Japón)
          Si nada extraño lo impide, el próximo lunes, 19 de junio, comenzaremos nuestro séptimo viaje largo y lo haremos, de una forma distinta a la prevista, inicialmente. Volaremos a Tokio, para empezar por Japón y no a Bangkok, adonde si lo haremos, después de haber visitado el país del sol naciente, con la compañía de bajo coste, Masabe Aviation, por menos de 100 euros y en vuelo directo.

          El billete a Tokio, no nos ha salido, sin embargo, tan económico, porque por diferentes razones, que no vienen al caso, se nos ha ido echando el verano encima y los precios se han elevado, notablemente. De los 288 euros, que nos pedía Aeroflot -la compañía más económica-, a finales de mayo, ahora, ya vamos por 370. Y encima, ¡con una súper escala de 14 horas en el aeropuerto de Moscú!, donde ni siquiera el agua del grifo es potable.
Tokyo y debajo, Nara (Japón)
          Tokio, es una ciudad, que siempre nos dio cierto respeto. Y más, desde que tenemos el plano y vemos, que la mayoría de las calles no tienen nombre. Por eso, nos hemos currado bastante la previa, como podéis ver en el dibujo de arriba, elaborando un mapa de zonas y sus distancias, tomando como eje la estación central de trenes, además de pasarnos varias horas al día delante del google maps.

          En esta misma área del país, visitaremos las cercanas, Yokohama y Kamakura. Después, abordaremos un autobús nocturno, de Willer Express, (https://willerexpress.com/en/) a Kyoto -unos 35 euros-, para en días sucesivos, arribar a Nara y Osaka, desde donde volaremos a la capital de Tailandia, para poner rumbo a Malasia o a Oceanía, después de haber pasado, por Phuket.

          Arribaremos al aeropuerto de Narita -el miércoles a media mañana-, desde donde tomaremos el autobús Access Narita -1.000 yenes- o el Keysei, que cuesta 900. Para alojarnos, aún tenemos dudas entre la zona de Taito -más céntrica- y la de Itabashi, pagando por una doble con baño compartido, entre 28 y 33 euros.
Kyoto (Japón)
          El otro lugar, donde pernoctaremos, será Osaka. No nos hemos puesto aún a la tarea, pero si hemos comprobado en Booking, que se promocionan alcobas dobles por menos de 20 euros. Nos da la sensación, de que Japón va a ser mucho más barato de lo que habíamos pensado -y de lo que casi toddo el mundo cree-, cuando ya hace cinco años, quisimos hacer este viaje y no pudo ser. En la actualidad, por un euro te dan unos 124 yenes.

domingo, 4 de junio de 2017

Un repaso a mi paranoia futbolera, antes de partir

No pongo fotos de fútbol, por problemas de derechos y sí, de paranoias, que he encontrado en google y que no son propias
          Tenía en mi mente de adolescencia, que aquel Madrid, que perdió con el Liverpool en la final de la Copa de Europa, de 1.981, era muy menor. Pero, viendo la alineación de aquel 27 de mayo y a las órdenes, de Vujadin Boskov, encuentro bastantes más notables, de lo que entonces se denominaba el equipo de los “García”: Santillana, Juanito, Stilike, Camacho... ¡y el propio Del Bosque!.

          Tenía 13 años y estudiaba 8º de EGB, en mi último año de internado. Recuerdo, que en aquel arcaico y dejado colegio, había dos salas de televisión (¡sí, en blanco y negro!). Por supuesto, la cena era prioritaria al fútbol para nuestros “educadores” y tuve, que lidiar con varios auxiliares, para tratar de escaquearme y ver el evento. Resultado: ni cena, ni partido. ¡Castigado y a la cama!. Al día siguiente, ni la amarga derrota, ni la represalia, hicieron mucha mella en mi y seguí con mi incipiente vida rebelde.

          Lo cierto es, que desde entonces y ya entrando en los cincuenta, nunca he visto perder al Madrid una final. En el casillero, se hallan las dos de la UEFA, de los ochenta y todas las benditas de los años pares, hasta la impar de ayer.

          Ahora y hace mucho tiempo, ya nadie me vigila o castiga por tratar de ver un partido, como entonces. Soy yo, el que no quiere una tele cerca, a más de quinientos metros a la redonda y ninguna otra posible causa de “infección” (bares cercanos con pantallas, personas con móviles o radios...). Mi pareja lleva 30 años conmigo y no se queja demasiado, de compartir su vida con un paranoico (no sólo en el terreno del fútbol).

          La final de la Euro, de 2.008, la vivimos, en Bangkok, de madrugada. Reconozco, que he tenido suerte, de que en mi trayectoria futbolera, no me hayan partido la cara. Muchos alemanes, aquel día y sólo un par de españoles, una francesa y una animosa thai, de nuestra parte, que complementarnos. A la postre, estos teutones son educados y gracias a la cerveza de más de siete grados, conseguí superar la gloriosa prueba, sin más taquicardias de la cuenta.

          Llegó el mundial. Cuartos en Italia y semis y final, en Marruecos. ¡Que gente más educada y respetuosa, nuestro vecinos del sur!. Aplaudiendo cada jugada de España, respetando, a Holanda y felicitándonos, uno por uno, al final del encuentro. Mi corazón explotaba, sin posibilidad de una sola gota de alcohol. Aguanté a duras penas el partido, pero no, la prórroga, hasta que en la lejanía, intuí el gol de Iniesta.

          Para la Euro de 2.012, nos preparamos, a conciencia y nos fuimos a Kiev, sin entrada y tras un interesante periplo por Polonia y Ucrania. Los nervios estuvieron bajo control, después de varios litros de cerveza en un día calurosísimo y de ir ganando dos a cero, antes de la media hora.

          Desde entonces, ya no he sido capaz de ver un partido de fútbol decisivo, salvo el de la Euro 2.016, contra Italia, que vi perdido desde antes del inicio.


        La Champions, de 2.014, nos pilló en India, durmiendo (¡que maravilla!). La de 2.016, recorriendo los alrededores de mi localidad y de vez en cuando, consultando el móvil, a ver el resultado. Ayer, he sido incapaz de saber nada de la final, tratando por activa y por pasiva, de mantener un férreo autoaislamiento, ¡pero fue imposible!.

          Traté de diseñar el día, para que fuera capaz de dormirme, entre las ocho de la tarde y las once. Dado, que la táctica no fue eficaz, nos fuimos a un animado mercado, donde regalaban limonada y trozos de embutido, para lidiar con la primera hora.

          Las jornadas precedentes habían sido calurosas, pero hoy corre un tormentoso -aunque agradable- aire voraz, Decidimos, volver a casa, a pesar de las fuentes contamiantes e infecciosas, que podemos toparnos, a nuestro encuentro, ávidas de dar muestras de como va la final. Coger un jersey es nuestra prioridad, aunque hay otra más inmediata: desarreglos intestinales.

          De repente y a través de los tabiques, escucho: ¡¡“gol, gol, gol, gooooooooool”!! y trato de asimilar, si el grito viene de mi vecino de la izquierda o del de la derecha. La cuestión no es baladí: uno es un tío normal y el otro un hijo de puta consciente, que ha educado a su demoníaca vástaga en el odio a los rivales, como hoy es tan frecuente en numerosas familias y en esta sociedad degradada e inconsciente.

          Confieso, que aún siendo muy del Madrid, recuerdo aquella final del 86, en la que el Barça perdió en los penaltes con el Steaua, de Bucarest en la que quedé muy apenado y lloroso. Hoy no sería posible, porque vivimos en un mundo de bandos y de odio.

           Mientras tanto, mi pareja quería ver el resultado, al descanso y yo le dije: “El año, que viene, me subo solo al monte, para no encontrar más interferencias”. De repente, pasa el autobús urbano, con Manolo Lama a toda mecha y además, unos chicos, que nos anuncian, que ha empatado la Juve

          ¡Imposible aislarse!.

          Supongo, que somos muchos los agobiados por temas tan menores y más, cuando de las últimas ocho finales, las hemos ganado todas.


          ¡¡En una semana, estamos en Bangkok, nuevamente!!.

viernes, 2 de junio de 2017

Porque cumplas cincuenta, tu vida no va a dejar de ser una mierda. ¡Vente con nosotros, a Bangkok!

          Desde hace ya unas cuantas semanas, cada mañana me levanto y el panorama resulta, entre una rutina y una obsesión. Como, quien saca a pasear al perro, lleva los niños al colegio o va a hacer su compra diaria, pero con mucha más adrenalina y nubarrones emocionales. Los buscadores de vuelos -especialmente, Trabber y Skyscanner- me odian y por supuesto, yo también a ellos. ¡Todo un sin vivir, en una vida, que me he buscado, sin que tuviera ninguna obligación!.

          Para más inquietud y turbulencias mentales, me faltan poco más de 20 días para cumplir los 50. Y antiguos amigos de mi ya desgastada generación -instituto, universidad y primeros curros-, de los que aún tengo su teléfono, llevan a cabo estupideces palmarias, al cumplir esa edad. 

          Llevo más de un año, despachándome con esos perfiles de whatsapp, que dan la sensación, de personas agotadas, deprimidas, frustradas, aisladas, vencidas..., que lo único, que han celebrado en sus vidas es, que tienen cincuenta tacos. ¡Porca miseria!.

          Un@s lo celebran con la hortera e infumable tacita conmemorativa –que le regalan sus injustos, incautos y despiadados, aunque sea, inconscientemente, hijos o familiares- y otros, lo hacen con camisetas, que indican -¡oh miserables esperanzados!-, que la vida empieza a los cincuenta. ¿Y para eso se gasto el estado el dineral, que invirtió, para educarlos y hacerlos seres prósperos?.

          Con cincuenta, habiendo tenido tan poca vida y siendo tan torpe, a lo mejor, que puedes aspirar -y lo dudo, tal como están las cosas-, es a prejubilarte y dedicarte a contar ovejitas. O si no, a quedarte en paro -después de una sacrificada vida-, a que te engañe el decadente y putrefacto sistema y “emprender”: vamos, lo de poner una tienda de mierda, de toda la vida, con elevado alquiler y escasas expectativas. O si no, a esperar a los 67, a ver si te toca la lotería de la pensión y te dedicas de por vida en cuerpo y alma, a gastar tus escasos ahorrillos en el Mercadona y a darle caprichitos a fierecillas de padres absorbentes, desaprensivos, egoístas y siempre ocupados (sobre todo, para hacerse cargo de sus hijos).

          Si todo va bien y antes de que esa maligna efeméride atraviese mi ya dilatada existencia, en muy poquitos días partimos para Bangkok. ¡El séptimo viaje largo, ya no puede esperar más!. 14 horas de escala, en Moscú, nos aguardan.